Suiza decide si elimina privilegios impositivos para extranjeros ricos

Pocas naciones han sido más compasivas con las empresas que Suiza. Después de todo, sus ciudadanos en 2012 votaron en contra de agregar dos semanas a las vacaciones anuales con el argumento de que la medida tendría impacto negativo sobre la economía.

El arraigado pragmatismo suizo, combinado con el entorno político estable, las leyes laborales flexibles, la fuerza de trabajo altamente calificada y el sistema impositivo complaciente, atrajo durante años a muchos gigantes corporativos.

Pero este domingo, los suizos votarán un trio de iniciativas populares –relacionadas con el oro, la inmigración y los impuestos– que inquieta a los dirigentes de empresas. Teniendo en cuenta medidas recientes, se preguntan si la nación alpina no está perdiendo el cariño por los negocios. “Suiza históricamente ha sido buena para compañías como nosotros,” aseguró Ulrich Spiesshofer, CEO del conglomerado de ingeniería, ABB. “Cualquier debilitamiento del sistema es una grave preocupación”.

Aunque no ganen, las mociones ya recibieron suficiente apoyo para sugerir que hasta la próspera Suiza no es totalmente inmune a las mismas presiones populistas que agitan el resto de Europa. La más polémica quizás sea una impulsada por un grupo llamado Ecopop, que limitaría la inmigración a 0,2% de la población residente. Eso alarmó a las empresas, preocupadas porque sería más difícil contratar personal calificado y se deterioraría la relación con la UE, que es el mayor mercado deexportación suizo.

Otra iniciativa forzaría al Banco Central a retener 20% de sus activos en oro, y le prohibiría vender cualquier otra posición del metal. Quienes la defienden, sostienen que eso fortalecería la independencia de Suiza pero el Banco Central advirtió que le sería más difícil garantizar la estabilidad económica.

La tercera elimina el sistema de privilegios impositivos para extranjeros ricos que llevó a gente como Michael Schumacher, el corredor alemán de Fórmula Uno, y al fundador sueco de Ikea, Ingvar Kamprad, a trasladar su residencia a Suiza.

Las tres iniciativas bien pueden ser rechazadas y no conforman una crítica unificada a la Suiza moderna: Ecopop es un grupo de izquierda ambientalista preocupado por los límites del crecimiento; la moción del oro es impulsada por miembros del partido Popular de extrema derecha; el plan de eliminar los privilegios impositivos proviene de derechistas radicales.

Sin embargo, llegan después de otras iniciativas populistas, como una en febrero que fijó cupos al número de inmigrantes de la UE que acepta Suiza, y una fallida propuesta de limitar el salario de los ejecutivos a 12 veces el sueldo del que menos gana en su compañía, lo que sugiere que está cambiando la actitud ante las empresas.

“La confianza del pueblo en las empresas disminuyó, si bien es justo decir que esto no sucede sólo en Suiza,” aseguró Stéphane Garelli, profesor de la escuela de negocios IMD de Lausanne. “No hay duda de que hace diez años, se apreciaba mucho a un gerente de empresa.

Eso está desapareciendo”, agregó.

Patrick Emmenegger, profesor de la Universidad St Gallen, opina que ese cambio se debe en parte a la crisis financiera, que hizo que la gente pierda confianza en instituciones antes poderosas como UBS, el banco más grande de Suiza, que tuvieron que ser rescatadas con dinero público.

Según Garelli, también tiene que ver con la percepción de que los grupos globales con base en Suiza no dan importancia a su mercado local en su intento por conquistar al mundo, una actitud que algunos suizos consideran arrogante.

La furia por la remuneración de los altos ejecutivos tampoco ayuda a la imagen de la comunidad empresaria. Lo más notable fue la idea de Novartis de pagar a Daniel Vasella, su presidente saliente, 172 millones de francos suizos, plan que indignó al pueblo suizo y lo llevó a apoyar algunas de las normas más duras de Europa que rigen el gobierno corporativo.

No está previsto que se produzca un éxodo corporativo desde Suiza. Sin embargo, las votaciones de febrero para limitar la inmigración de la UE son un recordatorio a las empresas de que la previsibilidad del marco legal del país, que ha sido su eterna ventaja competitiva, puede cambiar a antojo del pueblo.

“Suiza todavía es un buen lugar para hacer negocios”, aseguró Garelli. “Pero quienes tienen como labor convencer a las compañías a invertir acá están teniendo más trabajo en este momento”, concluyó.

Fuente:elcronista.com