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El consumo de carne por habitante en 2011 fue el más bajo en 90 años

Hay que remontarse a la maltrecha economía de la primera postguerra para ver niveles de consumo de carne menores a los actuales en la Argentina.

En 1921, el habitante promedio argentino demandó 53,7 kilos de carne y no bajó de los 60 kilos anuales hasta la crisis postconvertibilidad, de 2002. Tras saqueos y toque de queda, se vivía el principio de la devaluación y, aún así, se consumieron 3 kilos más por habitante que en 2011.

Ni la crisis del ‘30 ni la Segunda Guerra Mundial vieron los valores de consumo de 2011, aunque sí supusieron recortes sustanciales. Menos vacas por habitante argentino, altos precios y opciones sustitutas cambiaron radicalmente la composición de la dieta argentina desde aquellos años a esta parte.

Según la Cámara de la Industria de la Carne Ciccra, en promedio, el argentino consumió 55,5 kilos de carne el año pasado y la demanda se ubicó así en su menor valor de los últimos 90 años, teniendo en cuenta la serie histórica publicada por el Ministerio de Agricultura.

Las causas están en la menor actividad frigorífica por la caída del stock ganadero y los altos precios del producto al consumidor, que optó por alternativas para su alimentación. La faena de hacienda vacuna en 2011 fue la menor en 22 años en el país, según asegura Ciccra. Las 10,8 millones de cabezas que fueron al matadero el año pasado representan una caída de 9,2% respecto de 2010 y de un considerable 32,5% respecto de 2009. En ese año, que fue excelente para la industria “a la liquidación de stock por el cierre de las exportaciones se sumó la sequía, que aceleró el proceso” de venta de animales a los frigoríficos, explicó el titular de Ciccra, Miguel Schiariti.

Cuando no llueve y escasea el alimento y el agua, la salida para los ganaderos es vender el animal antes de que pierda kilos y se lo paguen menos.

Contrariamente a lo que sucede hoy, fue una de las peores crisis para el sector productor. Hoy son los frigoríficos los que piden subsidios para pagar los sueldos y amenazan con cerrar establecimientos, secos de la materia prima que solía abundar. El stock ganadero cayó un sensible 23% desde 2009 y a esto se suma, actualmente, la llamada retención de hacienda por parte de los productores, que prefieren sumar kilos al animal antes de venderlo, por el buen precio que obtienen.

Según Schiariti, volver a los niveles de faena de 2009 tomará entre cinco a siete años. Acompañando el aumento del precio de la hacienda, entre diciembre de 2008 y diciembre de 2011 el asado se apreció en la góndola un alarmante 186%, la nalga aumentó 180% y el lomo, 121%, según los registros del Ipcva, muy por encima de los valores de inflación de los últimos años.

Fuente: El Cronista