Los argentinos tienen 20 por ciento de su sueldo comprometido en préstamos al consumo

El boom del consumo en cuotas en el que debieron zambullirse los argentinos, apremiados por la inflación, parece lejos de agotarse. Los indicadores del Banco Central reflejan que el nivel de líneas de crédito colocadas por las entidades durante los últimos años no alcanzó por ahora a afectar seriamente la capacidad de pago de las familias y que todavía hay buenos márgenes para que siga la expansión.

El fenómeno quedó reflejado en el informe de boletín de estabilidad financiera: los argentinos tienen hoy sólo el 20,2% de su salario comprometido en créditos para consumo. El ratio está dos puntos porcentuales por debajo del que se registró durante la última crisis de 2008, y cinco puntos del pico alcanzado en la Convertibilidad. “Pareciera que hay espacio para que la deuda de las familias crezca más, porque hubo períodos en donde se ubicaba más arriba y no eran años de crisis. Sucede que hoy hay poco crédito hipotecario, y el asalariado tiene más ingreso disponible para endeudarse”, comentó a este diario el economista del Ieral, Joaquín Berro Madero, que consignó el dato en un informe.

Los préstamos para el consumo fueron los más dinámicos de todo el sistema tras la devaluación. Desde entonces hasta hoy, el stock nominal se multiplicó por trece y superó 8 veces la expansión que en igual tiempo mostraron las líneas destinadas a empresas. Así y todo, su crecimiento aparece bastante modesto en relación al que lograron casi todos los países en este tiempo. La deuda de las familias sobre el PBI es de 6,2% en la Argentina, pero del 19% en promedio en Latinoamérica, del 19,7% en los emergentes y del 81,7% en países desarrollados.

“Es por defecto que tenemos esta capacidad de expansión en el crédito y no por virtud. En nuestro país, todas las señales son contrarias a generar confianza en el sistema financiero, y los niveles de crédito con los que nos manejamos los argentinos no son buenos para la economía”, consideró el economista Aldo Abram. “En general, la gente maximiza mucho más su bienestar si tiene la posibilidad de decidir su consumo en el tiempo. Y esto en la Argentina hoy no lo podemos hacer. No porque no queramos, sino porque no podemos”, agregó.

La estimación del ratio se realiza como un cociente entre el stock de crédito al consumo y la masa salarial total de la Argentina. Su reducción no hace más que reflejar que el financiamiento (el “numerador”) se expande más lento que los ingresos de los trabajadores (el “denominador”). En la consultora de Federico Muñoz precisan que, tomando como base los precios del 2010, la deuda promedio por trabajador formal es en la actualidad levemente inferior a $ 10.000. Pero que, “en el apogeo de la Convertibilidad, el pasivo promedio por trabajador llegó a orillar los $ 12.000. “Los hogares argentinos no están sobre endeudados.

En rigor, a priori, la sensación sería la contraria: al crédito a hogares pareciera quedarle aún mucho camino por seguir creciendo”, razonan en la consultora. Eso sugiere, agregan, que “no será el peso de sus pasivos el motivo que llevará a los hogares a morigerar su tren de gastos”, a pesar de que sí pueda esperarse que se reduzcan por una desaceleración del consumo local.

Los analistas también objetan que el crecimiento de los últimos años en las líneas de consumo se haya dado a la par de un virtual estancamiento en los créditos con garantía real, como los hipotecarios. Y que los préstamos para la vivienda sigan siendo uno de los grandes déficit que el actual modelo no logra cubrir: en 1998, estas líneas representaban el 6% del PBI; hoy, en cambio, apenas el 2%. “Esto implica que los salarios cuentan con un mayor margen de disponibilidad, ya que hoy no hay una cuota de préstamo hipotecario que compita con la de consumo”, dicen en el Ieral.

(El Cronista)