ECONOMÍA

Según el presidente de la Cámara Argentina de Locutorios, la rentabilidad de los cybers y locutorios ha dejado de ser un negocio

Comparados con la moda de las canchas de paddle de los ’80, los propietarios de los casi 10.000 cybers y locutorios que hay en Buenos Aires ven cómo el negocio ha dejado de ser rentable.

Después de la privatización de la telefonía en la Argentina, entre muchos procesos a nivel social, se inició uno que sirvió de sostén para la economía de muchas familias de ingreso medio en el país: los locutorios. Un lugar donde muchos se comunicaron, imprimieron, escribieron, se enamoraron, jugaron y hasta pelearon. Un lugar histórico que ahora busca una nueva tabla de salvación.

Durante los primeros años de las privatizaciones, los locutorios –que después de convirtieron en cybers y después en una miscelánea donde se ofrece de todo– fueron un negocio rentable por varias razones, entre ellas dos básicas: las regulaciones a las licencias de funcionamiento y las tarifas de teléfono de entonces.

Las licencias de funcionamiento tenían una restricción de espacio, que no permitía que existiera otro locutorio que hiciera competencia en al menos 400 metros a la redonda. Esa medida garantizaba una presencia de público mínima para el buen funcionamiento del rubro, que por entonces –diez años atrás– sólo se dedicaba a vender pulsos de teléfono.

Fue una forma de tener un negocio familiar que ayudaba a la economía local y, según como estuviera la demanda, permitía la contratación de un colaborador que podía apoyar los distintos turnos.

Además, debido a la falta de competencia y al todavía incipiente negocio de los celulares, los minutos tenían un valor que también permitía crecer de manera rentable.

Sin embargo, a los tres años, las teléfonicas liberaron las licencias y se inició un boom de esta clase de emprendimientos comerciales que amenazaron con acabarlo de verdad. Junto con otros agravantes, como los costos de funcionamientos, las tarifas en aumento y las nuevas tecnologías, los locutorios entraron en un camino difícil en la relación costo-beneficio, que cada día se fue acortando más.

Entonces los llamados locutorios se convirtieron en cybers y hoy representan un negocio de alrededor de 10.000 locales, 25.000 empleos directos y ventas cercanas a los $2 millones, pero que se encuentran cada día más cerca de la extinción que de la renovación.

Para Bernardo Montenegro, presidente de la Cámara Argentina de Locutorios, el negocio pasó de ser una oportunidad a un comercio que sobrevive de muchas cosas , menos de las comunicaciones. “Antes el locutorio era un espacio necesario para la comunicación. Pero no se respetaron los permisos y ahora la gente sobrevive, además de minutos de celular y horas de Internet, vendiendo fotocopias, haciendo de maxiquiosco… Se acabó, de alguna manera, la exclusividad del negocio”, explicó.

Cómo funciona. Un locutorio se inició como eso, como la posibilidad de comunicarse en la calle cuando no se estaba cerca del hogar o del lugar de trabajo. En un principio sólo fue telefonía; después, Internet.

Cada negocio tenía entre cuatro y siete cabinas de teléfono e igual número de computadoras. Había lugares con hasta PC, pero esos siempre fueron casos especiales. Así era un locutorio “puro”, funcionando en una frecuencia de diez horas –de 8 a 18– o con doble turno.

Sin embargo, muy pocos sobrevivieron a este modelo. Para que las llamadas fueran rentables, había que cobrarlas al doble de lo que valen normalmente y, según cálculos de los mismos propietarios, para que el negocio resultara en materia de Internet, había que tener muchas máquinas en uso por doce horas al día, lo cual es virtualmente imposible.

“Vimos cómo los usuarios se llevaban las cosas de la computadora, como los mouses; en una ocasión se me llevaron una pantalla. Esos costos, junto con los de mantenimiento normal, como antivirus, programas, teclados, te obligan a gastar un dinero que nunca recuperás”, afirmó Andrés, un dueño de cyber en el barrio de Palermo que está a punto de vender su local.

Y a Andrés, para sobrevivir, le tocó convertir su locutorio en un maxiquiosco para que unas cosas soportaran otras. “Este fue un emprendimiento que pensamos rentable, pero no es así. Es muy difícil sostener los gastos diarios como equipos, alquiler –que ha subido casi el triple de lo que fue hace un año– y además pagar impuestos a la pantalla, a las telefónicas, a todos hay que pagarles y así no deja nada”, explicó.

Una de las principales razones de los clientes a la hora de frecuentar los cybers es la del estado de los equipos, que a veces tienen condiciones muy precarias tanto técnicas como de higiene.

“Ése es otro tema: la limpieza. La gente sabe que esto no es de ellos y llegan con cualquier cosa a la cabina: gaseosas, comidas, helados”, señaló.

Otro fenómeno que empezó a afectar el negocio fue la proliferación del celular y la venta de laptops. Ya en el 2006 existían 30 millones de líneas móviles y un millón y medio de laptops vendidas. Ahora, en lo que va corrido del 2010, la venta de computadoras portátiles alcanzó la cifra del u$s1.500 millones.

“Ahora todo el mundo tiene computadora. Andan con ella en la calle y el tema del wi-fi es otra de las amenazas. Por eso, nuestra petición siempre será que las telefónicas vuelvan al tema de las limitaciones en las licencias, para que las personas que se dedican a este negocio puedan sobrevivir sin tener que estar pendientes de muchas cosas a la vez. Esa es la lucha que estamos haciendo desde la cámara”, afirmó Montenegro.

Por ahora, al negocio lo sostienen los turistas –que se espera que lleguen a los cinco millones durante el 2010–, quienes son en su mayoría los que se benefician de los locutorios en materia de conexión y comunicaciones.

“En la Argentina hay una gran cantidad de turistas que no andan con su laptop encima y se conectan desde los locutorios. Son ellos, en gran medida, quienes nos permiten seguir adelante”, concluyó el presidente de la cámara.