Tras la devaluación, China limita las compras agrícolas a EEUU
El Gobierno de Xi Jinping respondió ayer con contundencia a la última amenaza arancelaria de Donald Trump. Bastó con que anunciara una devaluación módica (sólo del 1,6%) de la moneda local, pero que esta pasara a cotizar por encima de la barrera psicológica de los 7 yuanes por dólar por primera vez desde 2008, para que lo mercados internacionales experimentaran severas caídas, algo que afectó también a divisas emergentes como el peso argentino. Por si eso fuera poco, pasada la medianoche local y con los mercados de Occidente todavía sufriendo las réplicas del sismo, el Ministerio de Comercio ordenó a las empresas estatales la suspensión de la compra de productos agrícolas estadounidenses.
El anuncio sobre el renminbi (cuya unidad de cuenta se denomina yuan) fue interpretado como una respuesta a la decisión de la Casa Blanca, anunciada cuatro días atrás, de imponer a partir del 1 de septiembre nuevos cánones del 10% a importaciones desde China por 300.000 millones de dólares. La nueva saga de sanciones y respuestas se produjo a menos de una semana del reinicio de las negociaciones bilaterales destinadas a poner freno a la guerra comercial en curso, lo que demuestra que los intentos de conciliación se transforman en papel mojado cada vez con mayor velocidad y que el conflicto se desplaza ahora peligrosamente al campo cambiario.
Pekín lanzó ayer su primer golpe cuando el Banco del Pueblo (BDP, central) permitió por primera vez desde 2008 que el renminbi se deslizara hasta 7,02 yuanes por dólar.
El gesto escenificó un cambio de paradigma de la autoridad monetaria, que había prometido mantener la cotización por debajo de los 7 yuanes por dólar tras una serie de bruscas devaluaciones en 2015. Desde entonces, las autoridades dispusieron una tasa de fluctuación de hasta un 2% hacia arriba o hacia abajo de la cotización oficial, que ayer fue de 6,9225.
Muy temprano por la mañana, instantes después de que la moneda diera el salto, el BPC responsabilizó, aunque sin nombrarlo, al Gobierno de Estados Unidos. “Afectado por el unilateralismo y las medidas de proteccionismo comercial y la imposición de aumentos de aranceles a China, el renminbi se depreció hoy (por ayer), pero continúa estable y fuerte frente a una canasta de monedas”, dijo.
No obstante, Yi Gang, el gobernador de la entidad, negó en un comunicado conocido anoche que el banco central esté usando el tipo de cambio como arma en la guerra comercial, al afirmar que los movimientos fueron “impulsados” y “determinados por el mercado”.
Una de las mayores quejas de Trump es la supuesta manipulación cambiaria por parte de Pekín para impulsar sus exportaciones. En efecto, se espera ahora que un renminbi más débil ayude a las fábricas a paliar los nuevos aranceles estadounidenses.
“Si continúa cotizando por encima de 7, es una señal de que Pekín lo toma como una herramienta para mejorar las transacciones durante la guerra comercial”, afirmó Andrew Collier, director gerente de Orient Capital Research, al diario South China Morning Post.
Sin embargo, en lo doméstico, la devaluación corre el riesgo de impactar negativamente. Una moneda más débil puede reducir el poder adquisitivo de la población y afectar el consumo interno, uno de los pilares del crecimiento económico, y enviar una mala señal a los empresarios e inversores locales.
Pero el Gobierno tenía guardada una segunda sorpresa. El Ministerio de Comercio informó pasada la medianoche que las empresas estatales chinas suspenderán la compra de productos agrícolas estadounidenses y que, además, no descarta imponer cupos a las mismas incluso para las compras del sector privado. La situación podría beneficiar a la Argentina, pero sería imposible hablar de ventajas si el contexto financiero se termina de enrarecer.
Justamente, Trump había fundamentado la nueva ronda de aranceles punitivos en la supuesta negativa china a comprar productos agrícolas a Estados Unidos, algo que hasta ayer el Gobierno de Pekín negaba.
De hecho, el anuncio resultó sorpresivo, ya que durante la tarde, Cong Liang, secretario general de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma (CNDR), había afirmado que desde la cumbre del Grupo de los 20 en Osaka (Japón), China había comprado 2,27 millones de toneladas de soja estadounidense y que se esperaban otras 2 millones más para las próximas semanas, según informó la agencia estatal Xinhua. Asimismo, había revelado que desde el fines de julio se incrementaron los contactos para adquirir lácteos, maíz, trigo y heno, entre otros productos.
A fines de la semana pasada y dos días después de una ronda de negociaciones bilaterales en Shanghái que había despertado al menos la esperanza de un deshielo en el diálogo, Trump anunció la imposición de “un pequeño arancel adicional del 10%” sobre 300.000 millones de dólares en importaciones desde China que no habían sido alcanzadas por los gravámenes impuestos previamente. Al explicar el porqué de la nueva escalada, el republicano afirmó que el Gobierno de Xi no estaba comprando tantos productos agrícolas como se había comprometido. Como sea, ahora la decisión de Pekín quedó tomada.
El gigante asiático no puede imponerle a Estados Unidos aranceles punitivos equivalentes porque vende más de lo que compra, por lo que le resultaría perjudicial. Sin embargo, tiene herramientas para infligir dolor al otro lado del Pacífico, con especial impacto en el electorado republicano a poco más de un año de las elecciones presidenciales.
Por otra parte, medios estatales también advirtieron que el Gobierno chino podría elaborar una lista de empresas y entidades estadounidenses que considere peligrosas, remedando lo hecho por la Casa Blanca contra el gigante tecnológico Huawei. La bomba que pone en peligro la economía global ya está armada.
Fuente: Ambito.com