HÉCTOR FLORES | GERENTE DE LA COOPERATIVA “LA JUANITA”

“A diferencia de lo que pasa en el exterior, en Argentina, la economía social es considerada como de segunda”

De emprendedores por necesidad a cooperativistas por convicción. En 2001, cuando todas las puertas parecían cerradas, los integrantes de la Cooperativa "La Juanita" ubicada en la localidad matancera de Laferrere descubrieron en la econonomía social una nueva manera de acceder a un trabajo digno.

Aunque no se habían imaginado llegar tan lejos, en 2004, ya estaban exportando guardapolvos a Japón y, dos años después, unas cien mil remeras a Italia.

En una entrevista exclusiva con el gerente de la organización, Héctor Flores, adelantó que, durante 2007, la entidad tiene previsto exportar unas 200 mil remeras más a Europa.

No obstante los buenos resultados en el exterior, la realidad es otra puertas adentro. ”En Argentina, la economía social es considerada como de segunda", explica Flores.

En el exterior, ¿se valora más el trabajo social que nuestro país?

Acá la economía social es considerada como economía de segunda. Pero, en el exterior, existen nichos de mercado donde el trabajo social es muy valorado. Las remeras que se exportaron a Italia –por ejemplo– tenían el valor agregado de la gente que las produjo.

¿Qué lugar ocupa la economía social en Europa?

Allá existen muchos programas e inversión para adquirir productos elaborados en el Tercer Mundo. En el marco del comercio justo, todos los artículos informan en la etiqueta el porcentaje del valor final que le corresponde a cada agente de la cadena comercial y cuánto se destina al pago de impuestos.

¿Qué es la “Cadena Productiva Textil Justa y Solidaria?

Es un programa que organiza y apoya la cadena productiva textil en el marco de la economía social, y luego integra su producción al circuito del comercio justo local e internacional.

¿De qué manera se integran ustedes a este programa?

Somos un eslabón más de la cadena. El algodón es cosechado en el Chaco por familias tobas organizadas en la Asociación Unión Campesina. Luego del desmonte e hilado, se envía la producción a la cooperativa Ex textil San Remo, una fábrica recuperada de Lanús, donde se hacen las telas y, finalmente, nosotros nos encargamos de la confección de remeras. En total, hay 800 personas involucradas en esta cadena.

¿A dónde se exportan las prendas?

La ONG “Otro Mercado al Sur” se encarga de hacer contactos en el exterior para que las remeras se distribuyan en más de 300 tiendas del mundo que administran los socios del consorcio CTM-altromercato (organización importadora de Comercio Justo en Europa) en toda Italia.

¿Qué volumen de remeras exportaron ya a Italia?

Hasta el momento, exportamos unas 100 mil remeras. Y, en junio, tenemos previsto firmar un contrato para enviar a partir de junio otras 200 mil prendas.

¿Cuánto recibieron por la confección de cada remera?

Alrededor de 1,80 pesos por cada remera. Es un buen precio si se tiene en cuenta que en el mercado local se está pagando entre 0,60 y 0,80 centavos por prenda.

En promedio, ¿cuánto perciben las costureras?

Las doce trabajadoras tienen asegurado el cobro de tres pesos por hora pero, cuando la producción supera el precio de equilibrio, se reparte el excedente entre todos. Si, por el contrario, no se logran cubrir los sueldos, otros emprendimientos de la cooperativa colaboran para sostener el taller.

¿En qué situación se encuentra la industria textil?

La salida de la convertibilidad generó la apertura de nuevas oportunidades de mercado pero la industria textil no está a la altura de las circunstancias ya que los empresarios se conforman con ganar unos pesos. No piensan estratégicamente.

¿Cómo nació la cooperativa “La Juanita”?

La cooperativa pertenece al Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de La Matanza. En 1997, nuestro grupo, los integrantes de La Juanita, tomamos la decisión de no recibir más planes asistenciales porque éstos iban en contra de la cultura de trabajo. Comenzamos a trabajar en un proyecto social que denominamos “Centro para la Educación y Formación de Cultura Comunitaria (CEFOCC)”, a partir del cual se desarrollaron distintos proyectos: una panadería, una editorial, un jardín de infantes y el taller textil.

¿Por qué una cooperativa?

Nos inclinamos por formar una cooperativa porque nos parecía que unía la idea del esfuerzo propio y la ayuda mutua de los integrantes. Nosotros no somos una cooperativa típica ya que, en lugar de que los socios se reúnan para mejorar su propia calidad de vida, la organización se utiliza como una herramienta para la transformación social, y esto está marcado a la hora del reparto de excedentes.

¿Considera que la legislación vigente está en concordancia con los necesidades de las cooperativas?

No, la economía solidaria debería tener legislaciones diferenciadas ya que no son empresas tradicionales. Hay una Ley de Cooperativas (Ley N° 20.337 de 1973) pero no responde a las necesidades de estas organizaciones porque esta norma se refiere a cooperativas que se conformaban a partir del aporte social de los socios.

¿Reciben encargos de empresas locales?

Sí, estamos trabajando con una empresa que nos encargó la confección de chombas y con la firma Fusión –comercializa ropa de trabajo– para no abandonar la línea de trabajo que nos dio origen. Esto nos está permitiendo preparar el taller para crear nuestra propia línea de ropa laboral.

¿Por qué la necesidad de agruparse en una cadena de productores?

El error de las cooperativas es que quieren abarcar toda la cadena productiva pero no advierten que la potencia está en la asociatividad. Es difícil porque requiere todo un proceso anterior de generación de confianza.

¿Cómo es la relación con el Estado?

Ninguna. No tenemos ningún tipo de ayuda. Hace un año que estamos tramitando la exención al I.V.A. pero todavía no la logramos. Existen las leyes pero instrumentarlas es muy difícil. Los trámites son tan engorrosos que las personas terminan autoexcluyéndose de los beneficios.

¿Cuál es su opinión acerca de la entrega de planes asistenciales por parte del Gobierno?

Esos planes fueron un quiebre en la cultura del trabajo. Una cultura que sólo se podrá recuperar a partir de la educación y el trabajo.

¿Cuánto invirtieron en maquinarias?

Hasta ahora, no tenemos capacidad de reinversión por lo que las maquinarias se fueron comprando con dinero donado. Siempre nos inclinamos por productos nacionales y de buena calidad. Actualmente, la inversión rondaría los cinco mil pesos.

¿Cómo fue que llegaron a exportar guardapolvos a China?

A través de la ONG Poder Ciudadano, en 2004, se pusieron en contacto con el diseñador y dueño de la marca Tramando, Martín Churba. En conjunto, comenzamos a trabajar en la confección de guardapolvos pero no eran prendas comunes sino que tenían diseños creativos. Así, durante la feria de diseño Buenos Aires Fashion de la temporada otoño- invierno, se vendieron 350 guardapolvos a 50 pesos cada uno. Luego, las prendas se fueron mejorando, las usaron en obras de teatro y se exportaron en total 750 artículos a Tokio.

¿Por qué guardapolvos?

Porque estas prendas son un elemento emblemático del trabajo y también de la inclusión de las diferencias en un mismo ámbito. Pero no es una prenda convencional, más que un delantal para usar arriba de la ropa como su nombre lo indica, son una prenda de vestir en sí mismas. Los diseños eran exclusivos, novedosos y vanguardistas.

¿Cuál era el valor de los guardapolvos en el exterior?

Los que se exportaron a Japón se vendieron a un costo de 50 dólares cada uno.

¿Cómo se concretó la exportación de los guardapolvos a Japón?

Empresarios japoneses se pusieron en contacto con Churba para comprar guardapolvos, a raíz de las noticias que salieron en los medios de comunicación de moda. Entonces, él se encargó de esa etapa. A cambio, nosotros recibimos diez veces más de lo que se paga en el mercado local por el armado de cada guardapolvo.