ALBERTO MULLER | DIRECTOR DEL DEPARTAMENTO DE ECONOMÍA (F.C.E.–U.B.A.)

"La falta de educación genera polarización social y altos costos defensivos"

No se trata sólo de renacer cual si nuestro país fuera el Ave Fénix, los modelos económicos en Argentina –además– tendrían que perdurar y pensarse a largo plazo.

Con ese ideal, durante la crisis de 2001, quizás un poco antes, un grupo de académicos y economistas elaboraron un plan económico, el Fénix, que mucha repercusión tuvo en esos momentos tan difíciles.

Hoy, después de seis años, este grupo de expertos está preparando una nueva versión del Plan para el 2016.

Aplicación Tributaria S. A. entrevistó a uno de los autores, el economista Alberto Muller y la pregunta sobre la utilidad de seguir pensando en torno a dicho plan se hizo casi inevitable.

¿Por qué vale la pena seguir trabajando en torno al Fénix?

Por que los argentinos no tenemos la costumbre de pensar en el mediano y largo plazo y recién ahora está empezando trabajar en este aspecto. Es curioso pero nuestro país en los tiempos de inestabilidad tenía planes (de Carranza, Trienal, etcétera) que, a pesar de que no se implementaron, tenían esa escuela de pensar en el largo plazo.

¿Sobre qué puntos están trabajando?

Estamos tratando de concretar en números los lineamientos de este modelo de crecimiento y queremos avanzar más en las especificaciones. Alberto Muller ejerce como profesor titular de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Además es investigador del Centro de Estudio de Población, Empleo y Desarrollo, y se desempeña como consultor sobre temas relacionados con el transporte, la economía y los servicios del sector público.

¿El problema principal de la Argentina es la inequidad en la distribución de la riqueza?

Es uno de los problemas principales. Nuestro país tiene una distribución muy desequilibrada de las riquezas. No somos el peor país del mundo, Brasil está peor, pero nos ubicamos al mismo nivel que Chile. Digo que es una mala distribución porque la mayor parte de la sociedad vive mal y sin posibilidades de capacitarse y esto provoca esos círculos viciosos de polarización social y comportamientos y altos costos defensivos.

¿Cuáles deberían ser los objetivos sociales por parte del Gobierno?

Mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos y educar porque es la única manera de logra una mayor inclusión social.

Mientras leía el Plan Fénix me cuestionaba acerca de la posibilidad de que un modelo como ese pudiera ponerse en práctica, ¿considera que sí es posible implementarlo?

No es un plan suficientemente detallado. Lo que nosotros intentamos es aportar una serie de lineamientos pero cómo se traduce eso en la práctica todavía no está muy claro. Avanzamos en algunos temas como es el de los seguros para la niñez.

¿Considera que algunos de los puntos del Plan Fénix tuvieron eco a nivel social y económico?

Si fue así nadie nos lo dijo. De todas maneras, hay un cierto cambio de consenso, se terminaron las soluciones pro mercado del modelo neoliberal con que la sociedad argentina se ilusionó. Antes se decía –por ejemplo- que el desempleo se debía a que toda la gente estaba demasiado optimista y salía a buscar trabajo. Eso no se puede decir más. Ahora, hay un reconocimiento mayor de los problemas.

¿Cuál es su postura acerca de la política cambiaria?

El tipo de cambio alto es un fastidio para los que están acostumbrados a veranear en el exterior pero es evidente que está resultando. Los buenos resultados de la balanza comercial se deben sin dudas a la implementación de este tipo de cambio.

¿Cuál es su opinión de la marcha de la economía?

La economía está en una senda razonablemente estable. A mí me preocupa el tema de la inflación aunque debo reconocer que, esta vez, no está asociada al déficit fiscal, devaluación monetaria y emisión monetaria. Es un problema de otro tipo.

Muchos sectores denunciaron cierta manipulación del índice de inflación por parte del Gobierno, ¿cuál es su opinión al respecto?

Si hay manejo está mal. Es un error porque es el caso típico de arreglar un problema hoy para tenerlo mañana.

¿Pero es posible que el índice de inflación arroje un 1,1 por ciento?

Eso no lo sé, pero es posible que sea un poco más alto. De todas maneras, hay una tendencia a considerar que ese índice mide las variaciones entre puntas (1º al 30 de cada mes), pero no es así porque lo que se considera es promedio contra promedio.

¿Cuál es su opinión sobre el sistema fiscal?

El mayor problema que tiene el sistema fiscal es la escasa cobertura del impuesto a las ganancias.

¿Cuál es el perfil económico que debería apuntar la Argentina: primario o industrial?

La Argentina debería tener un perfil de crecimiento un tanto híbrido en donde se den simultáneamente los dos modelos, el primario y el industrial. Hay que superar la oposición campo vs. industria. Esto implica que el tipo de cambio diferenciado se tiene que mantener a largo plazo, no creemos que las retenciones sean un impuesto distorsivo porque precisamente la abundancia de recursos primarios hace que exista la tendencia a tener un tipo de cambio más bajo y esto afecta la competitividad industrial.

Si hacemos el ejercicio de pensar a largo plazo, ¿es perjudicial un modelo económico que se basa casi exclusivamente en las exportaciones de productos primarios?

Esto no se da de manera exclusiva. Es cierto que la Argentina tiene una preeminencia a exportar productos primarios pero no es malo en la medida de que sea sostenible. El problema surge con los hidrocarburos porque estamos exportando sin reponer reservas, con un horizonte relativamente corto. Es más, con las retenciones a este sector se podría generar prospección.

Algunos economistas consideran que mientras Argentina tenga buenos comodities por los productos primarios nunca va a desarrollar la industria, ¿qué opina sobre este pronóstico?

Este ha sido un argumento histórico que se ha usado en nuestro país: “la maldición de la Pampa”. Por citar sólo un ejemplo que contradice esa teoría: entre mediados de la década del 60 y del 70, las exportaciones industriales crecían (pasó rápidamente del 5 % al 25 %) pero, a la par, se incrementaban las exportaciones agrícolas. Las dos esferas crecían al mismo tiempo. Lo que sí es verdad que el sector primario quita incentivos al desarrollo industrial, pero eso es una política de Estado. Si la Argentina tiene recursos primarios es una tontería que no los explote.

¿Por qué cuesta tanto pensar a largo plazo?

Es una cuestión cultural. La Argentina dejó de pensar a largo plazo cuando alguien dijo –y nadie se quejó– es lo mismo producir acero que caramelos. O cuando en esa misma época dijo: “nos endeudamos afuera porque hay plata barata”. O cuando en la década del ´90 el único barómetro válido para analizar la economía era ver si entraban o salían capitales. Ningún país de los exitosos dejó de hacer ejercicios a largo plazo ni dejó de tener un Estado fuerte y de calidad.

¿Está de acuerdo con aquellos que dicen que nuestro país en lugar de tener un modelo económico tiene distintas políticas de Estado?

Eso es un lugar común. Por ejemplo, en la experiencia que cite de mediados de los ´60 y ´70, tuvimos siete presidentes en lugar de dos y -sin embargo- el modelo siguió.

¿Cuándo más?

Antes de los años ´90, el ex presidente Raúl Alfonsín comenzó a plantear una política económica vinculada al endeudamiento a partir del Plan Austral. Luego, este modelo fue continuado y profundizado con las privatizaciones que comenzaron con el gobierno radical. Con (Carlos) Menem se aplicó con toda coherencia este programa y (Fernando) De la Rúa lo mantuvo. El problema es que era una mala política.

Esta política, ¿se corta con el actual presidente Kirchner?

No, se cortó con la crisis del 2001/2002 porque la realidad terminó con el modelo.

Usted hizo referencia a la necesidad de tener un Estado fuerte y de calidad para pensar a largo plazo, ¿considera que la calidad gubernamental es un tema que está presente en la agenda de los funcionarios?

No, no es un tema que esté en la agenda. Cuando se discuten los sueldos del sector público nadie menciona la necesidad de contar con empleados de calidad. La educación universitaria estatal genera muchos buenos profesionales pero esa calidad está desarticulada, no está puesta al servicio de la sociedad. Hay un desperdicio muy grande.

¿Qué rol le cabe a los empresarios en este panorama?

Ese es otro de los problemas fundamentales. Los empresarios deben recuperar la capacidad de gestión y administración frente a la extranjerización. Se tiene que revertir porque sobretodo los empresarios deben tener densidad nacional (Aldo Ferrer, dixit). Es decir, una especie de elite empresarial contactada y organizada.

¿Qué opina de las reestatizaciones de algunos servicios?

En el caso del servicio de agua, las concesiones funciona mal por una cantidad de factores: la demanda no es elástica, implica mucha inversión en expansión del servicio y la cobrabilidad es muy difícil. Con los teléfonos sería más fácil. En todo el mundo está pasando lo mismo