El Gobierno relanza el canje de deuda

A su regreso de El Calafate, previsto para mañana a la noche, la Presidenta tiene listas medidas para el campo y también para aliviar vencimientos de la deuda. “Es ahora. Es ahora. No importa si es esta semana, la próxima o a fin de mes. Pero el canje se hace ahora.” Palabras más, palabras menos, dos banqueros con diálogo fluido con el Gobierno coincidieron en que, esta vez sí, se realizará el trueque de bonos de la deuda, que permitirá un alivio en los compromisos para este año. Cristina Kirchner quiere presentar en público el programa financiero de 2009, con el objetivo de llevar calma a los inversores. A cambio habrá un premio para los financistas; si el acuerdo se cierra tal cual se viene negociando, cobrarán el doble después de sacarse de encima los viejos títulos.

Los bonos que quiere canjear el Gobierno son los denominados “ préstamos garantizados”, que fueron lanzados por Domingo Cavallo durante la crisis que explotó a fines de 2001. En ese momento sirvieron para postergar pagos inminentes. Para que las entidades financieras aceptaran el intercambio, Cavallo puso a la recaudación impositiva como garantía de cobro.

Este año es clave porque vencen nada menos que 3.600 millones de dólares de préstamos garantizados. El grueso de la emisión hay que pagarla entre 2009 y 2011. A lo de este año hay que añadirle otros 2.230 millones de dólares en 2010 y 2.370 millones adicionales para 2011. El stock total de préstamos garantizados alcanza a 13.100 millones de dólares.

El problema es que los bancos que operan en la Argentina tienen sólo una parte de esos títulos: sobre los 3.600 millones de dólares que vencen este año, poseen alrededor de 2.400 millones. El resto quedó en poder de inversores extranjeros. Sobre esos papeles existe un veto del juez neoyorquino Thomas Griesa, quien congeló su disponibilidad para que la Argentina hiciera frente al pasivo que mantiene con los holdout, que son los inversores que rechazaron el canje de 2005.

Cristina había anunciado la renegociación con los acreedores locales y extranjeros en la tercera semana de septiembre último. El timing no pudo ser peor. Unos días atrás había quebrado Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión del mundo. Su bancarrota causó un crack financiero global: los inversores internacionales descontaban una caída en dominó de otros bancos, algo que no ocurrió porque tanto Estados Unidos como las principales potencias europeas decidieron salir en rescate de las entidades financieras en problemas.

Como la crisis se profundizó, es casi imposible que el Gobierno pueda avanzar con la oferta a los inversores extranjeros. Por eso ahora apunta a cerrar trato con los bancos locales.

La cuestión central será el costo que el Gobierno se comprometerá a afrontar para diferir los vencimientos. En ese sentido, la Argentina no tiene buenos antecedentes: cada vez que propuso un canje, la deuda se encareció. La excepción fue la última reestructuración, cuando el país hizo una propuesta para salir del default. Pero una cosa es ese escenario y otro muy distinto cuando se invita a los inversores a cambiar papeles para estirar los compromisos. A fines de 2001, Cavallo absorbió los bonos Brady, que tenían un costo del 6% promedio y los cambió por deuda al 15% anual, también nominada en dólares.

Esta vez también se les pagará un premio a los bancos. Ahora, los préstamos garantizados rinden un promedio del dos puntos más la inflación. Con la “inflación Moreno”, ese numerito da alrededor del 11% anual. Según las negociaciones entre el Gobierno y los financistas, el nuevo canje de la deuda podría cerrarse al equivalente de la tasa Badlar (la que rinden los plazos fijos superiores al millón de pesos) más dos puntos. En este caso, la tasa ronda el 21,75% anual. Como puede apreciarse, la operación luce como un negocio redondo para los banqueros. En la City no quieren tener en la cartera de inversión ningún papel que incluya la inflación del INDEC. El Ejecutivo, ahora, con tal de demostrar que puede hacer los deberes y pagar puntualmente a los inversores, es capaz de afrontar mayores pagos de la deuda. Algunos académicos, sin embargo, no dejan de observar el lado optimista del asunto: “Será ése el costo para volver a tener un INDEC”, dicen, entre la sorna y el entusiasmo.(CRITICA DIGITAL)